Obras de Misericordia
Todos somos peregrinos en este mundo, y vamos golpeando en las puertas de
los santos y de los ángeles para que nos vayan dando ayuda y alojamiento mientras
vamos de camino por la vida. Pues así como nos gusta que ellos nos abran y nos
den todo lo necesario para seguir en la senda de la vida, así también debemos
saber abrir nuestra casa al hombre cansado y que nos pide un lugar para dormir
o descansar y tomar fuerzas. Como dice el Apóstol: “Muchos, sin saberlo, han
dado alojamiento a ángeles”.
Se puede decir que en estos tiempos hay tanta maldad que los peregrinos
tal vez sean ladrones o asesinos encubiertos. Puede ser. Pero no quedará sin
recompensa el que les hayamos abierto nuestra morada, y si nos roban o nos
matan, seremos mártires del amor y Dios nos coronará en el Cielo como a
verdaderos mártires.
Pero, además, debemos confiar en Dios que nos sabrá defender de los
malvados. ¿O no creemos en el poder de Dios que, en un momento puede poner
multitud de ángeles para defendernos, si fuera necesario?
El posadero de Belén no quiso dar posada a la Sagrada Familia y se quedó
en la oscuridad. Porque se cerró al prójimo, se cerró a Dios. ¡Qué diferente
habría sido para él si les hubiera conseguido un lugar a José y a María! ¡Que
no nos pase algo similar a nosotros por cerrarle las puertas al peregrino, en
quien debemos ver SIEMPRE a Jesús!
Jesús, en Vos confío.
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