ASUNCIÓN, 12 Jul. 15 / 05:14 pm (ACI).- Este es el discurso completo que el Papa Francisco no
leyó en el encuentro con los jóvenes en Paraguay esta tarde:
Queridos jóvenes:
Me da una gran alegría poder encontrarme con ustedes, en este clima de
fiesta. Poder escuchar sus testimonios y compartir su entusiasmo y amor a
Jesús. Gracias a Mons. Ricardo Valenzuela, responsable de la pastoral juvenil,
por sus palabras. Gracias Manuel y Liz por la valentía en compartir sus vidas,
sus testimonios en este encuentro. No es fácil hablar de las cosas personales y
menos delante de tanta gente. Ustedes han compartido el tesoro más grande que
tienen, sus historias, sus vidas y cómo Jesús se fue metiendo en ellas.
Para responder a sus preguntas me gustaría destacar algunas de las cosas
que ustedes compartían. Manuel, vos nos decías algo así: «Hoy me sobran ganas
de servir a otros, tengo ganas de superarme». Pasaste momentos muy difíciles,
situaciones muy dolorosas, pero hoy tenés muchas ganas de servir, de salir, de
compartir tu vida con
los demás.
Liz no es nada fácil ser madre de los propios padres y más cuando uno es
joven, pero qué sabiduría y maduración guardan tus palabras cuando nos decías:
«Hoy juego con ella, cambio los pañales, son todas las cosas que hoy les
entrego a Dios y estoy apenas compensando todo lo que mi madre hizo por mí».
Ustedes jóvenes paraguayos, sí que son valientes. También compartieron
cómo hicieron para salir adelante. Dónde encontraron fuerzas. Los dos dijeron:
«En la parroquia». En los amigos de la parroquia y en los retiros espirituales
que ahí se organizaban. Dos claves muy importantes: los amigos y los retiros
espirituales.
Los amigos. La amistad es de los regalos más grande que una persona, que
un joven puede tener y puede ofrecer. Es verdad. Qué difícil es vivir sin
amigos. Fíjense si será de las cosas más hermosas que Jesús dice: «yo los llamo
amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre» (Jn 15,5).
Uno de los secretos más grande del cristiano radica en ser amigos, amigos
de Jesús. Cuando uno quiere a alguien, le está al lado, lo cuida, ayuda, le
dice lo que piensa, sí, pero no lo deja tirado. Así es Jesús con nosotros,
nunca nos deja tirados. Los amigos se hacen el aguante, se acompañan, se
protegen. Así es el Señor con nosotros. Nos hace el aguante.
Los retiros espirituales. San Ignacio hace una meditación famosa llamada
de las dos banderas. Describe por un lado, la bandera del demonio y por otro,
la bandera de Cristo. Sería como las camisetas de dos equipos y nos pregunta,
en cuál nos gustaría jugar.
Con esta meditación, nos hace imaginar, cómo sería pertenecer a uno u a
otro equipo. Sería como preguntarnos, ¿con quién querés jugar en la vida? Y
dice San Ignacio que el demonio para reclutar jugadores, les promete a aquellos
que jueguen con él riqueza, honores, gloria, poder. Serán famosos. Todos los
endiosarán.
Por otro lado, nos presenta la jugada de Jesús. No como algo fantástico.
Jesús no nos presenta una vida de estrellas, de famosos, por el contrario, nos
dice que jugar con él es una invitación, a la humildad, al amor, al servicio a
los demás. Jesús no nos miente. Nos toma en serio.
En la Biblia,
al demonio se lo llama el padre de la mentira. Aquel que prometía, o mejor
dicho, te hacía creer que haciendo determinadas cosas serías feliz. Y después
te dabas cuenta que no eras para nada feliz. Que estuviste atrás de algo que
lejos de darte la felicidad, te hizo sentir más vacío, más triste.
Amigos: el diablo es un «vende humo». Te promete, te promete, pero no te
da nada, nunca va a cumplir nada de lo que dice. Es un mal pagador. Te hace
desear cosas que no dependen de él, que las consigas o no. Te hace depositar la
esperanza en algo que nunca te hará feliz. Esa es su jugada, esa es su
estrategia.
Hablar mucho, ofrecer mucho y no hacer nada. Es un gran «vende humo»
porque todo lo que nos propone es fruto de la división, del compararnos con los
demás, de pisarle la cabeza a los otros para conseguir nuestras cosas. Es un
«vende humo» porque, para alcanzar todo esto, el único camino es dejar de lado
a tus amigos, no hacerle el aguante a nadie. Porque todo se basa en la
apariencia. Te hace creer que tu valor depende de cuánto tenés.
Por el contrario, tenemos a Jesús, que nos ofrece su jugada. No nos vende
humo, no nos promete aparentemente grandes cosas. No nos dice que la felicidad
estará en la riqueza, el poder, orgullo. Por el contrario. Nos muestra que el
camino es otro. Este Director Técnico les dice a sus jugadores:
Bienaventurados, felices los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos,
los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de
corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por la justicia. Y
termina diciéndoles, alégrense por todo esto (cf. Mt 5,1-12).
¿Por qué? Porque Jesús no nos miente. Nos muestra un camino que es vida,
que es verdad. Él es la gran prueba de esto. Es su estilo, su manera de vivir
la vida, la amistad, la relación con su Padre. Y es a lo que nos invita. A
sentirnos hijos. Hijos amados.
Él no te vende humo. Porque sabe que la felicidad, la verdadera, la que
deja lleno el corazón, no está en las «pilchas» que llevamos, en los zapatos
que nos ponemos, en la etiqueta de determinada marca.
Él sabe que la felicidad verdadera, está en ser sensibles, en aprender a
llorar con los que lloran, en estar cerca de los que están tristes, en poner el
hombro, dar un abrazo. Quien no sabe llorar, no sabe reír y por lo tanto, no
sabe vivir. Jesús sabe que en este mundo de tanta competencia, envidia y tanta
agresividad, la verdadera felicidad pasa por aprender a ser pacientes, a
respetar a los demás, a no condenar ni juzgar a nadie.
El que se enoja, pierde, dice el refrán. No le des el corazón a la rabia,
al rencor. Felices los que tienen misericordia. Felices los que saben ponerse
en el lugar del otro, en los que tienen la capacidad de abrazar, de perdonar.
Todos hemos alguna vez experimentado esto. Todos en algún momento nos hemos
sentido perdonados, ¡qué lindo que es! Es como recobrar la vida, es tener una
nueva oportunidad. No hay nada más lindo que tener nuevas oportunidades. Es
como que la vida vuelve a empezar.
Por eso, felices aquellos que son portadores de nueva vida, de nuevas
oportunidades. Felices los que trabajan para ello, los que luchan para ello.
Errores tenemos todos, equivocaciones, miles. Por eso, felices aquellos que son
capaces de ayudar a otros en su error, en sus equivocaciones. Que son
verdaderos amigos y no dejan tirado a nadie.
Esos son los limpios de corazón, los que logran ver más allá de la simple
macana y superan las dificultades. Felices los que ven especialmente lo bueno
de los demás.
Liz, vos nombraste a Chikitunga, esta Sierva de Dios paraguaya. Dijiste
que era como tu hermana, tu amiga, tu modelo. Ella, al igual que tantos, nos
muestra que el camino de las bienaventuranzas es un camino de plenitud, un
camino posible, real. Que llena el corazón.
Ellos son nuestros amigos y modelos que ya dejaron de jugar en esta
«cancha», pero se vuelven esos jugadores indispensables que uno siempre mira
para dar lo mejor de sí. Ellos son el ejemplo de que Jesús no es un «vende
humo», su propuesta es de plenitud. Pero por sobre todas las cosas, es una
propuesta de amistad, de amistad verdadera, de esa amistad que todos
necesitamos. Amigos al estilo de Jesús. Pero no para quedarnos entre nosotros,
sino para salir a la «cancha», a ir a hacer más amigos. Para contagiar la
amistad de Jesús por el mundo, donde estén, en el trabajo, en el estudio, en la
previa, por WhatsApp, en Facebook o Twitter.
Cuando salgan a bailar, o tomando un buen tereré. En la plaza o jugando un
partidito en la cancha del barrio. Ahí es donde están los amigos de Jesús. No
vendiendo humo, sino haciendo el aguante. El aguante de saber que somos
felices, porque tenemos un Padre que está en el cielo.
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