A estar contigo, para cuando Tú llegues
vea y sienta que has resucitado.
Para que, cuando los demás me digan que creen,
también yo me fíe de lo que creen y esperan.
Que no sea tentado por la incredulidad,
el mal, la apatía o el escepticismo.
Que acoja, con serenidad y con alegría,
la noticia de que Tú vives en medio de nosotros.
Que, en las marcas de la humanidad,
descubra las profundas llagas de tu Cuerpo.
Que reaccione mi fe, cuando tu Palabra,
sale a mi vida un tanto muerta y fría.
Que sea capaz de desplegar los dedos de mi mano,
y buscar las heridas de tu costado.
Que sepa verte, como Resucitado,
y no recordarte como el Cristo muerto.
Que las llagas de tu costado,
sean para mí, prueba de tu victoria.
Que las heridas que se abren en el mundo
sean una llamada a descubrirte vivo en él.
Que con Tomás, postrándome ante tu presencia,
resucitada, eterna, viva y pascual,
pueda decir hoy y siempre:
¡Señor mío y Dios mío!
P. Javier Leoz
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