Que frente a lo palpable, Señor, nunca me cerraré a lo invisible.
Que, si no puedo medir, dejaré que Tú, Señor, lo hagas por mí.
Que seré un privilegiado porque, aunque no te vea, sé que existes.
Aunque no te vea, creeré, Señor.
Que sigues vivo y operante en medio de tu pueblo.
Que en la experiencia interna del corazón es donde hablas.
Que en las manos abiertas es donde acaricias.
Que en los pies que acompañan es donde te haces presente.
Aunque no te vea, creeré, Señor.
Porque, otros hace mucho tiempo, te vivieron y te vieron.
Porque, otros hace mucho tiempo, te escucharon y te contemplaron.
Porque, otros hace mucho tiempo, te tocaron.
Porque, otro hace mucho tiempo, después de dudar, creyó.
Aunque no te vea, creeré, Señor.
En tu presencia real y milagrosa en la comunidad cristiana.
En tu presencia misteriosa en la eucaristía.
En tu presencia silenciosa en el caminar del hombre y de la Iglesia.
En la alegría que produce el saber que Tú caminas a nuestro lado.
Aunque no te vea, creeré, Señor.
Aunque no se pueda comprobar tu existencia.
Aunque otros se dejen llevar por lo que exclusivamente se pueda medir.
Aunque otros afirmen que tus heridas ya cicatrizaron y se cerraron para
siempre.
Aunque el mundo, sabio e ignorante a la vez, no sepan entenderte ni
acogerte.
Aunque no te vea, creeré, Señor.
Entre otras cosas, Señor, creeré porque Tú sólo eres capaz de dar un brillo y una luz especiales a mis ojos, para ver que sigues vivo aun habiendo estado muerto por nosotros.
P. Javier Leoz
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma