Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

sábado, 14 de febrero de 2015

SEÑORA DEL SILENCIO





Madre del silencio y de la Humildad, 
tú vives perdida y encontrada
 
en el mar sin fondo del Misterio del Señor.

Eres disponibilidad y receptividad.
 
Eres fecundidad y plenitud. 
Eres atención y solicitud por los hermanos. 
Estás vestida de fortaleza.

En ti resplandecen la madurez humana 
y la elegancia espiritual. 
Eres señora de ti misma 
antes de ser señora nuestra. 
No existe dispersión en ti.

En un acto simple y total, tu alma, toda inmóvil, 
está paralizada e identificada con el Señor. 
Estás dentro de Dios, y Dios dentro de ti. 
El Misterio Total te envuelve y te penetra, 
te posee, ocupa e integra todo tu ser.

Parece que todo quedó paralizado en ti, 
todo se identificó contigo: 
el tiempo, el espacio, la palabra, 
la música, el silencio, la mujer, Dios. 
Todo quedó asumido en ti, y divinizado. 
Jamás se vio estampa humana de tanta dulzura, 
ni se volverá a ver en la tierra 
mujer tan inefablemente evocadora.

Sin embargo, tu silencio no es ausencia 
sino presencia. 
Estás abismada en el Señor 
y, al mismo tiempo, 
atenta a los hermanos, como en Cana.

Nunca la comunicación es tan profunda 
como cuando no se dice nada, y nunca el silencio es tan elocuente 
como cuando nada se comunica.

Haznos comprender 
que el silencio no es desinterés por los hermanos 
sino fuente de energía e irradiación; 
no es repliegue sino despliegue; y que, para derramar riquezas, 
es necesario acumularlas.

El mundo se ahoga en el mar de la dispersión, y no es posible amar a los hermanos 
con un corazón disperso. 
Haznos comprender que el apostolado, 
sin silencio, 
es alienación; y que el silencio, 
sin apostolado, 
es comodidad.

Envuélvenos en el manto de tu silencio, y comunícanos la fortaleza de tu Fe, 
la altura de tu Esperanza y la profundidad de tu Amor. 
Quédate con los que quedan, y vente con los que nos vamos.

¡Oh Madre admirable del Silencio!

Amen.

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