Has de advertir en este
ejercicio que, cuando hacemos estos actos diciendo: Por Vos, Señor, hago esto,
por vuestro amor,
y porque Vos así lo queréis, y otros semejantes, lo hemos de hacer y decir como
quien habla con Dios presente, y no como quien levanta el corazón o pensamiento
lejos de sí o fuera de sí. Esta advertencia es de mucha importancia en este
ejercicio, porque eso es propiamente andar en la presencia de Dios,
y eso es lo que hace este ejercicio fácil y suave, y que mueva y aproveche más.
Aun en las demás oraciones, cuando meditamos a Cristo
en la cruz o en la columna, avisan los que tratan de oración,
que no hemos de imaginar aquello allá en Jerusalén y que ha mil y tantos años
que pasó, porque eso cansa más y no mueve tanto; sino que lo hemos de imaginar
presente y que pasa aquí delante de nosotros, y que oímos los golpes de los
azotes y las martilladas de los clavos. Y si meditamos el ejercicio de la
muerte, dicen que hemos de imaginar que estamos ya para morir, desahuciados de
los médicos y con la candela en la mano. ¿Cuánto mayor razón será que en este
ejercicio de la presencia de Dios hagamos estos actos que hemos dicho, no como
quien habla con quien está ausente y lejos de nosotros, sino como quien habla
con Dios presente, pues el mismo ejercicio lo pide, y en realidad de verdad
ellos es así?
Ejercicios
de perfección y virtudes cristianas
La Oración
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