Para que, los tantos demonios que habitan en mí,
se dobleguen ante la fuerza de tu verdad.
Y la frescura de tu mensaje,
nuevo e interpelante, comprometido y valiente,
me hagan comprender que no existe
otro camino, para llegar hasta Ti,
que el de la sinceridad,
el de creer y vivir lo que uno dice.
¡Habla con autoridad, mi Señor!
Y vea yo que, tus labios, se mueven
con la fuerza poderosa de un Dios
que, por hacerte siervo de su causa,
habla a través de Ti, bendice con tus manos,
mira con tus ojos, ama con tu corazón.
¡Habla con autoridad, mi Señor!
Pues, en medio de tanta palabra vacía,
necesito de alguna que me dé seguridad,
claridad en el horizonte, firmeza
en mis convicciones, convencimiento
para seguirte.
¡Habla con autoridad, mi Señor!
Pues bien lo sabes que necesito
una palabra salvadora,
una fuerza que me reanime de mis males,
una luz que me saque de mis noches,
un mandato que se imponga y venza,
sobre lo que me impide ser libre
para ponerme a tus pies y poder servirte.
¡Habla con autoridad, mi Señor!
Pues sabes que soy débil en el camino,
y que otros dioses intentan
convertirse en dueños de mi destino.
Amén.
P. Javier Leoz
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