PERDONAR Y PEDIR PERDÓN:
Ciertamente cuesta. El propósito de esta semana va en doble dirección,
dar y pedir. Para ambos casos se necesita humildad pero sobre todo mucho amor.
Busquemos la reconciliación primero con Dios y después con aquellos que hemos ofendido.
Demos perdón y pidamos perdón. Recordemos lo que rezamos en el Padre Nuestro:
"perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden" (Mt. 6, 12).
Que nos sirvan de inspiración estas enseñanzas del catecismo:
"Así, adquieren vida las palabras del Señor sobre el perdón, este Amor que ama hasta el extremo del amor (Cf. Jn 13, 1). La parábola del siervo sin entrañas, que culmina la enseñanza del Señor sobre la comunión eclesial (Cf. Mt 18, 23-35), acaba con esta frase: "Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis cada uno de corazón a vuestro hermano". Allí es, en efecto, en el fondo "del corazón" donde todo se ata y se desata. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión" (n. 2843).
"La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos (Cf. Mt 5, 43-44). Transfigura al discípulo configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana; el don de la oración no puede recibirse más que en un corazón acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado. Los mártires de ayer y de hoy dan este testimonio de Jesús. El perdón es la condición fundamental de la reconciliación (Cf. 2 Co 5, 18-21) de los hijos de Dios con su Padre y de los hombres entre sí (Cf. Juan Pablo II, DM 14)" (n. 2844).
Que nos sirvan de inspiración estas enseñanzas del catecismo:
"Así, adquieren vida las palabras del Señor sobre el perdón, este Amor que ama hasta el extremo del amor (Cf. Jn 13, 1). La parábola del siervo sin entrañas, que culmina la enseñanza del Señor sobre la comunión eclesial (Cf. Mt 18, 23-35), acaba con esta frase: "Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis cada uno de corazón a vuestro hermano". Allí es, en efecto, en el fondo "del corazón" donde todo se ata y se desata. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión" (n. 2843).
"La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos (Cf. Mt 5, 43-44). Transfigura al discípulo configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana; el don de la oración no puede recibirse más que en un corazón acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado. Los mártires de ayer y de hoy dan este testimonio de Jesús. El perdón es la condición fundamental de la reconciliación (Cf. 2 Co 5, 18-21) de los hijos de Dios con su Padre y de los hombres entre sí (Cf. Juan Pablo II, DM 14)" (n. 2844).
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