Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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domingo, 15 de septiembre de 2013

Qué somos? ¿Religiosos o discípulos?



Todo discípulo es un creyente, pero no todo creyente es un discípulo.
El religioso suele esperar panes y peces; el discípulo es un pescador.
El religioso lucha por crecer; el discípulo por reproducirse.
El religioso se gana; el discípulo se hace.
El religioso gusta del halago; el discípulo del sacrificio vivo.
El religioso entrega parte de sus ganancias;
el discípulo entrega parte de su vida.
El religioso puede caer en la rutina; el discípulo es creativo.
El religioso busca que le animen; el discípulo procura animar.
El religioso espera que le asignen tarea;
el discípulo es solícito en asumir responsabilidades.
 
El religioso murmura y reclama;
el discípulo obedece y se niega a sí mismo.
El religioso suele ser condicionado por las circunstancias;
el discípulo aprovecha las circunstancias para ejercer su fe.
El religioso reclama que le visiten; el discípulo visita.
El religioso busca en la Palabra promesas para su vida;
el discípulo busca vida para cumplir las promesas de la Palabra.
El religioso es yo; el discípulo es ellos.
El religioso se sienta para adorar; el discípulo camina adorando.
El religioso pertenece a una institución;
el discípulo es una institución él mismo.
 
El religioso vale para sumar; el discípulo para multiplicar.
Los religiosos esperan milagros; los discípulos obran milagros.
El religioso es un ahorro; el discípulos una inversión.
Los religiosos destacan llenando el templo;
los discípulos se hacen para conquistar el mundo.
Los religiosos suelen ser fuertes como soldados acuartelados;
los discípulos son soldados invasores.
El religioso cuida de las estacas de su tienda;
el discípulo ensancha el sitio de su cabaña.
El religioso hace hábito; el discípulo rompe los moldes.
El religioso sueña con la iglesia ideal;
el discípulo se entrega para lograr la iglesia real.
 
La meta del religioso es ganar el cielo;
la meta del discípulo es ganar almas para el cielo.
El religioso necesita de campañas para animarse;
el discípulo vive en campaña porque está animado.
El religioso espera un avivamiento;
el discípulo es parte de él.
El creyente agoniza sin morir;
el discípulo muere y resucita para dar vida.
 
Al religioso se le promete una almohada; al discípulo una cruz.
El religioso es socio; el discípulo es siervo.
El religioso se enreda con la cizaña;
el discípulo supera las escaramuzas del diablo y no se deja confundir.
El religioso es espiga; el discípulo es grano lleno en la espiga.
El religioso es "ojalá"; el discípulo es "Heme aquí."
El religioso, quizá predica el Evangelio; el discípulo hace discípulos.
El religioso espera recompensa para dar;
el discípulo es recompensado cuando da.
El religioso es pastoreado como oveja;
el discípulo apacienta los corderos.
El religioso recibió la salvación por la cruz de Cristo;
el discípulo toma su cruz cada día y sigue a Cristo.
 
El religioso espera que oren por él; el discípulo ora por los demás.
El religioso no se trata con miembros de las diferentes denominaciones;
el discípulo se hace como los demás para ganar a algunos de ellos para  Dios.
El religioso busca consejos de los demás para tomar una decisión;
el discípulo ora a Dios, lee la Palabra y en fe toma una decisión.
El creyente espera que el mundo se perfeccione;
el discípulo sabe que éste no es el Reino de Dios y espera su venida.
 
P. Javier Leoz


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