¿Hay alguien más noble que la madre de Dios? ¿Alguien más espléndido
que ella que ha escogido el esplendor? ¿Alguien más casto que ella que
ha engendrado sin
ninguna huella del pecado?
¿Y qué diríamos de sus otras virtudes? Ella era virgen, no sólo de cuerpo sino también de alma, ella en quien nunca las artimañas del pecado alteraron su pureza: humilde de corazón, reflexiva en sus expresiones, prudente, parca de palabra, ávida de lectura, forjó su esperanza no en la incertidumbre de sus riquezas sino en la oración de los pobres, entregada al trabajo, reservada, asumió como juez de su alma no al hombre sino a Dios, sin herir jamás a nadie, atenta con los demás, llena de respeto por los ancianos, sin celos ante los de su edad, huía de la jactancia, oía a la razón, amaba la virtud.
¿Y qué diríamos de sus otras virtudes? Ella era virgen, no sólo de cuerpo sino también de alma, ella en quien nunca las artimañas del pecado alteraron su pureza: humilde de corazón, reflexiva en sus expresiones, prudente, parca de palabra, ávida de lectura, forjó su esperanza no en la incertidumbre de sus riquezas sino en la oración de los pobres, entregada al trabajo, reservada, asumió como juez de su alma no al hombre sino a Dios, sin herir jamás a nadie, atenta con los demás, llena de respeto por los ancianos, sin celos ante los de su edad, huía de la jactancia, oía a la razón, amaba la virtud.
San Ambrosio (339-397)
Fragmento: De Virginibus,
dedicado en 377 a su hermana religiosa Marcelina, en Roma. PL., 16, col. 209 y siguientes
Fragmento: De Virginibus,
dedicado en 377 a su hermana religiosa Marcelina, en Roma. PL., 16, col. 209 y siguientes
UN MINUTO CON MARIA
www.mariedenazareth.org
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