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jueves, 1 de noviembre de 2012

Amigos de la cruz.





Ser santos






Decía San Pablo en una de sus cartas que había cristianos que se comportaban como enemigos de la cruz de Cristo y cuyo dios era el vientre.
Por eso si nosotros queremos ser santos no podemos comportarnos como enemigos de la cruz, es decir, del sufrimiento, pues es a través del sufrimiento que arrebatamos gracias al Cielo para nosotros y para nuestros seres queridos, y para todo el mundo.
Esto lo entendieron muy bien todos los Santos, que hacían rigurosas penitencias, a veces más dignas de admirar que de imitar, porque habían comprendido el valor del sufrimiento y su potencia para salvar almas.
Al menos nosotros, que estamos acostumbrados a vivir en este mundo que huye del dolor, y busca el placer a toda costa, al menos nosotros, digo, tratemos de hacer pequeños sacrificios, pequeñas renuncias, como nos enseña Santa Teresita, ya que no somos como los grandes santos y no estamos capacitados para hacer semejantes penitencias. Y al menos, eso sí, tratemos de aceptar con amor los sufrimientos y cruces que el Señor permita en nuestra vida, porque nadie llega a ser santo sin pasar por la cruz, porque como dice el dicho: “Por la cruz, a la luz”. Y si Jesús eligió ese camino, porque no hay Domingo de Resurrección sin Viernes de Pasión, entonces nosotros tenemos que imitar a Jesús, porque Él, que tiene compasión de nuestra naturaleza a la que le cuesta sufrir, nos ha dicho que no existe otro camino.
Pero busquémosle el lado agradable al padecer, porque los Santos gozaban cuando sufrían. No es que no sufrieran, que no sintieran el dolor, sino que al saber que con ese dolor y sufrimiento, no sólo obtenían escogidas gracias para ellos, sino también para sus seres queridos y para las almas en general, entonces pedían padecer y lo hacían con valor y alegría.

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