Señor mío y Dios mío,
presente en el Santísimo Sacramento del Altar,
hoy vengo a adorarte, a agradecerte,
y a dejar mi alma reposar en Tu presencia.
Tú eres el Pan vivo bajado del Cielo,
el manantial donde se calma mi sed,
la Luz que disipa mis sombras,
y el Amor que nunca se cansa de esperar.
Jesús Eucaristía,
enséñame a amarte en silencio,
a reconocerte en el Misterio de Tu Presencia,
a buscarte con pureza de corazón,
y a servirte con alegría humilde.
Madre Santísima,
que guardaste en tu seno al mismo Verbo de Dios,
enséñame a acogerlo con la misma fe y ternura
con que Tú lo recibiste en Nazaret.
Espíritu Santo de Amor,
enciende en mí un fuego que no se apague,
para que cada jueves, cada día,
mi alma se una más y más
al Corazón eucarístico de Jesús.
Todo sea para Tu gloria, Señor,
por los siglos de los siglos.
Amén.
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