(Jb 12,15)
“Si él retiene las aguas, hay sequía; si las suelta, inundan la tierra” (Jb 12,15). Entendemos por “aguas” la ciencia de la predicación, tal como está escrito: “Agua profunda, tal es la palabra que sale de la boca del hombre sabio, un torrente desbordante, tal es la fuente de la sabiduría”. Si el agua es retenida, todo se deseca. Saquen la ciencia de los predicadores y los corazones que podían verdecer en la esperanza de la eternidad, se secan enseguida. Ellos permanecen en la sequedad de la desesperación, deseando lo efímero e ignorando la esperanza de lo que subsistirá.
Podemos designar “agua” la gracia del Espíritu Santo, tal como dice en el Evangelio la palabra de la Verdad, “Jesús exclamó:... "De su seno brotarán manantiales de agua viva". Él se refería al Espíritu que debían recibir los que creyeran en él” (Jn 7,38-39). Esta interpretación se acorda claramente con las palabras de Job “Si él retiene las aguas, hay sequía”. La gracia del Espíritu Santo encanta al espíritu del que escucha la Palabra, pero enseguida se deseca su inteligencia que se veía ya floreciente de esperanza cuando escuchaba. Por eso no decimos “agua” sino “aguas” en plural, retornando a la gracia de los siete dones espirituales, los dones espirituales plenos en nosotros, aguas que se difunden en nuestros corazones.
San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia
Morales sobre Job, XI (SC 212. Morales sur Job, Cerf, 1974), trad. sc©evangelizo.org
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