Cuando el Espíritu Santo encuentra a María en un alma, se siente atraído irresistiblemente hacia ella y en ella hace su morada”.
María es para el alma como el oratorio del corazón, para hacer en él todas las oraciones a Dios”.
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Con el libre y activo “fiat” de María (Lc 1:38), cooperó excepcionalmente con la obra de la redención al darle al Redentor su cuerpo, el que fuera el instrumento mismo de la redención humana.
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