“Vayan y aprendan qué significa: “Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. Ser misericordioso e inclinar el corazón hacia todas las miserias de los hombres, no sólo las del cuerpo sino también las del alma. Ya que las miserias del alma son más graves que todos los males del cuerpo y amenazan la vida y la felicidad de un miembro de Cristo, no por algunos años, sino por la eternidad… No apegarnos a cuidar las ovejas gordas, limpias y dóciles, abandonando las ovejas negras o débiles a su mala suerte. O sea, amar a todos los hombres por Dios, su Padre y su Salvador, cuidando especialmente a los enfermos, a los pecadores, ya que tienen todavía más necesidad.
Jesús nos da su cuerpo entero para amar. Todos su miembros merecen de nuestra parte un amor semejante, como siendo igualmente suyos. Unos estando sanos, otros enfermos, todos deben ser igualmente amados. Los miembros enfermos reclaman de nosotros mil veces más que los otros, y antes de ungir con perfume a los sanos, cuidemos a los que están heridos, atribulados, enfermos, a todos los que lo requieren en su cuerpo o alma. Sobretodo estos últimos y sobretodo los pecadores… Podemos hacer un bien a todos los hombres sin excepción, con nuestras oraciones, penitencias, nuestra propia santificación.
San Carlos de Foucauld (1858-1916)
ermitaño y misionero en el Sahara
Obras espirituales. Sobre el Evangelio (Œuvre spirituelle, anthologie, Seuil, 1958), trad. sc©evangelizo.org
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