El tiempo de adoración no es solo para orar y reflexionar sobre nuestra vida, sino un momento para reconocer a Dios: mostrarle el amor que merece, reconocer su grandeza, pedirle perdón por nuestros pecados y por los que otros cometen contra Él… Por eso, la Iglesia reconoce que la adoración va aparejada a 5 gracias espirituales:
Santificación: Pasar tiempo con el Santísimo es el mejor camino para crecer en santidad.
Reparación: Adorar es un acto de entrega para reparar el mal que hay en el mundo. De forma colateral, esto cambia tu corazón y el de los que te rodean.
Transformación: Estar frente el Señor profundiza nuestra unión con Cristo y nos va transfigurando a su imagen.
Salvación: Un rato de adoración ayuda a la salvación de muchas almas, incluida la nuestra.
Restauración: Conocer a Jesús y su inmenso amor sana, libera, cambia y restaura la dignidad que el pecado nos resta.
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