Señor, que quisiste que santa María Magdalena fuese la primera en recibir de tu Hijo la misión de anunciar el gozo pascual, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo su ejemplo, demos a conocer a Cristo resucitado y merezcamos contemplarlo luego reinando en tu gloria.
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Le dice Jesús: - ¿Mujer por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el encargado de aquella finca le dijo: - Señor, si tú lo has llevado, dime donde lo has puesto, yo me lo llevaré.
Jesús le dice: '¡María!'
Ella lo reconoce y le dice : '¡Oh Maestro!' (y se lanzó a besarle los pies).
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«La historia de María de Magdala, recuerda a todos, una verdad fundamental: discípulo de Cristo es quien, en la experiencia de la debilidad humana, ha tenido la humildad de pedirle ayuda, ha sido curado por él y le ha seguido de cerca, convirtiéndose en testigo de la potencia de su amor misericordioso, que es más fuerte que el pecado y la muerte». -Benedicto XVI, 23 Julio, 2006
María Magdalena fue la mujer que tuvo la valentía de presentarse ante Jesús en medio una reunión, pese “al qué dirán” y con perfume, lágrimas y sus cabellos, lava los pies de Jesús. Valentía que se vio también al pie de la cruz, justo cuando sus seguidores huían. La misma mujer valiente que le busca en el sepulcro y llora porque no le encuentra, hasta que Jesús la llama por su nombre.
Llorar es una expresión natural del alma que sufre o que goza. En el caso de María Magdalena, sus lágrimas son lágrimas de amor que sufre porque pierde al amado, pero que goza, porque el amado vive. Es buen momento para reflexionar sobre por qué lloramos y escoger por qué llorar.
Su ejemplo nos enseñe a permanecer fieles al pie de la cruz y a hacer que corra la buena nueva ¡El Señor resucitó!
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