Tal como es el primer hombre, terrestre, así son los que nacen de él. Tal como es Cristo, nuestro Maestro celeste, celestes también son los que han creído en él, renacidos de lo Alto y bautizados en el Santo Espíritu (cf.1Cor 15,48; Jn 3,3; Hech 1,5). Tal como el Espíritu que los hace nacer, Dios verdadero, así son los que nacen de él, dioses por adopción de Dios e hijos del Altísimo, como dicen los labios divinos. (…)
No vaciles. Si eres cristiano, debes ser como Cristo: celeste. Si tú no lo eres, ¿Cómo llamarte cristiano? Como el Maestro es celeste, así son celestes los que han creído en él. Todos los que piensan según el mundo, viven según la carne, no pertenecen al Dios Verbo que vino de lo Alto, sino al que fue moldeado de tierra, al hombre terrestre.
Así debes pensar, juzgar, creer, buscando devenir celeste, según la palabra del que vino desde los cielos y dio la vida al mundo (cf. Jn 6,33). Es él el Pan que desciende de lo Alto y los que lo comen no verán la muerte (cf. Jn 6,50 s). Siendo celestes, serán para siempre libres de la corrupción y revestidos de la incorruptibilidad; separados de la muerte y estrechamente unidos a la vida, ya que devienen inmortales e incorruptibles. Por eso son llamados celestes.
Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022)
monje griego
Himnos, 44 (SC 196, Hymnes III, Cerf, 2003), trad. sc©evangelizo.org
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