Madre, Nuestra Señora, de cierto; quiero aprender de Ti la entrega amorosa, la serenidad profunda, la fortaleza viva, el amor incondicional a los pies de la cruz junto a tu Hijo!
¡Te doy gracias, María, por tu enseñanza, por tu ofrecimiento como corredentora del género humano! ¡Me siento muy unido a Tí, Madre, y te doy gracias por acogernos a todos cuando asentiste ante las palabras de tu Hijo del «¡ Ahí tienes a tu Madre!» ¡ Quiero recibirte en mi corazón, en mi vida, en mi hogar como hizo Juan cuando asintió ante las palabras de Tu Hijo: «¡Aquí tienes a tu Madre!»
¡María, Señora de los Dolores, acudo a Tí y te entrego todas mis necesidades, mis sufrimientos, mis fragilidades, mis angustias, mis desesperanzas para que las acojas y las sanes! ¡Dame mucha fe para aceptar las cruces que se me presentan y ayúdame a mirar siempre a Tu Hijo para acoger con amor el sufrimiento que me sobrevenga!
¡Concédeme la gracia, María, de ver mas allá del sufrimiento y de la muerte y ayúdame a abrir siempre el corazón para seguir amando y sirviendo en medio de las dificultades y de las pruebas!
Amén
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