Como es igual al Padre, el Hijo de Dios no recibe el poder de juzgar, ya que lo posee con el Padre. Lo recibe para que buenos y malos lo vean juzgar, porque es el Hijo del hombre. Ver al Hijo del hombre se les dará a los malvados por sí mismos, pero la visión de su divinidad sólo se dará a los limpios de corazón, porque son ellos los que verán a Dios (Mt 5,8). ¿Qué es la vida eterna, sino esta visión, que será denegada a los impíos? "Que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo» (Jn 17,3). ¿Cómo conocerán a Jesucristo, si no como el verdadero Dios, el que se muestra a sí mismo a ellos? Él se mostrará lleno de bondad en la visión que descubrirá a los limpios de corazón. "Qué bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón" (Sal 72,1). Sólo Dios es bueno.
He aquí porqué aquel que llamó al Señor « maestro bueno» , y le pidió consejo para llegar a la vida eterna, recibe esta respuesta: "¿por qué me preguntas sobre lo que es bueno?". "Nadie es bueno salvo el mismo Dios" (Mc 10, 17-18). Este hombre que le ha interrogado no sabe a quién se ha acercado y lo ha tomado por un simple hijo del hombre. (...) "El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia" (Flp 2, 6-7). Este es Él, el único Dios, Padre, Hijo, Espíritu Santo, que aparecerá tan solo para alegría inalterable de los justos.
San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
La Trinidad, I, 13, 30-3
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