Una vez, debiendo cruzar un puente muy estrecho, miraba con gran temor lo profundo de las aguas que corrían debajo; pero mi ángel custodio me guió felizmente a través del puente. En la orilla había una trampa para ratones y en torno a ella saltaba un ratoncillo; de pronto, se sintió tentado de morder el bocado que veía y quedó preso en la trampa. “Oh desventurado, dije yo, que por un bocado sacrificas la libertad y la vida”. Y mi ángel me dijo: “así obran los hombres, cuando por un corto placer ponen en peligro el alma y la salud eterna”.
(Del libro “Visiones y Revelaciones”, Beata Ana Catalina Emmerich)
No olvidemos encomendar a aquellos que están alejados de Dios, para que no se pierdan. Mientras haya vida, hay oportunidad de salvación.
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