FRANCISCO
(11-6-1908 a 4-4-1919)
Las palabras del
Ángel en su tercera aparición: “Consolad a vuestro Dios”, hicieron profunda
impresión en el alma del pequeño pastorcito. “En cuanto a Jacinta, parecía
preocupada con el único pensamiento de convertir pecadores y preservar las
almas del infierno. Él trataba solamente de pensar en consolar a Nuestro
Señor y a la Virgen, que le había parecido estar tan tristes.” (Lucía).
Dominado por el
sentimiento de la presencia de Dios, recibió en la luz que María comunicó a
los videntes en las apariciones, discurría: “Estábamos ardiendo en aquella
luz que es Dios y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? Esto no lo podemos decir.
Pero qué pena que Él está tan triste; ¡si yo pudiera consolarle!”
En la enfermedad,
confió a su prima: “¿Nuestro Señor aún estará triste? Tengo tanta pena de que
Él esté así. Le ofrezco cuantos sacrificios puedo.”
La víspera de
morir se confesó y comulgó, con los más santos sentimientos. Después de cinco
meses de casi continuo sufrimiento, el 4 de abril de 1919, primer viernes, a
las diez de la mañana, murió santamente el consolador de Jesús.
JACINTA (10-3-1910
a 20-2-1920)
Vivía apasionada
por el ideal de convertir pecadores, a fin de arrebatarlos del suplicio del
infierno, cuya pavorosa visión tanto la impresionó.
Alguna vez
preguntaba: “¿Por qué es que Nuestra Señora no muestra el infierno a los
pecadores? Si lo viesen, ya no pecarían, para no ir allá. Has de decir a
aquella Señora que muestre el infierno a toda aquella gente. Verás cómo se
convierten. ¡Qué pena tengo de los pecadores! ¡Si yo pudiera mostrarles el
infierno!”
Antes de morir,
Nuestra Señora se dignó aparecérsele varias veces. He aquí lo que ha dictado
a su madrina Madre Godinho:
Sobre los pecados
Los pecados que
llevan más almas al infierno son los de la carne.
Han de venir unas modas que han de ofender mucho a Nuestro Señor. Las personas que sirven a Dios no deben andar con la moda. Los pecados del mundo son muy grandes. Si los hombres supiesen lo que es la eternidad harían todo para cambiar de vida. Los hombres se pierden porque no piensan en la muerte de Nuestro Señor ni hacen penitencia. Muchos matrimonios no son buenos, no agradan a Nuestro Señor ni son de Dios.
Sobre las guerras
Nuestro Señor dijo
que en el mundo habrá muchas guerras y discordias.
Las guerras no son sino castigos por los pecados del mundo. Nuestra Señora ya no puede retener el brazo castigador de su Hijo sobre el mundo. Es preciso hacer penitencia. Si la gente se enmienda, Nuestro Señor todavía salvará al mundo; mas si no se enmienda, vendrá el castigo.
Sobre los
sacerdotes
Pida mucho por los
Padres, pida mucho por los Religiosos.
Los Padres sólo deben ocuparse de las cosas de la Iglesia. Los Padres deben ser puros, muy puros. La desobediencia de los Padres y de los Religiosos a sus Superiores y al Santo Padre, ofende mucho a Nuestro Señor. Pida mucho por los Gobiernos. ¡Ay, de los que persiguen la religión de Nuestro Señor! Si el Gobierno deja en paz a la Iglesia y da libertad a la religión será bendecido por Dios.
Sobre las virtudes
cristianas
No ande rodeada de
lujo; huya de las riquezas.
Sea amiga de la santa pobreza y del silencio. No hable mal de nadie y huya de quien hable mal. Tenga mucha paciencia, porque la paciencia nos lleva al cielo. La mortificación y los sacrificios agradan mucho a Nuestro Señor. |
Durante la
enfermedad (pleuritis purulenta), confió a su prima: “Sufro mucho; pero
ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al Corazón
Inmaculado de María.”
Al despedirse de
Lucía le hace estas recomendaciones:
“Ya falta poco
para irme al cielo. Tú quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en
el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María. Cuando vayas a decirlo,
no te escondas. Di a toda la gente que Dios concede las gracias por medio del
Inmaculado Corazón de María. Que las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús
quiere que a su lado se venere el Corazón Inmaculado de María, que pidan la
paz al Inmaculado Corazón de María, que Dios la confió a Ella. Si yo pudiese
meter en el corazón de toda la gente la luz que tengo aquí dentro del pecho,
que me está abrasando y me hace gustar tanto del Corazón de Jesús y del
Corazón de María.”
Murió santamente
el 20 de febrero de 1920. Su cuerpo reposa, como el de Francisco, en el
crucero de la Basílica, en Fátima.
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