Cuando más Dios nos da dones, más nosotros
tenemos el deber de ser cada vez más santos y más dignos del Señor, y tratar de
alcanzar la perfección. Porque de lo contrario, si nos ensoberbecemos por los
dones recibidos, Dios retirará de nosotros esos dones y así quedaremos en la
miseria espiritual.
Debemos tratar de ser fieles en las pequeñas
cosas de todos los días, porque ya dice Jesús en el Evangelio que el que es
fiel en lo poco también lo es en lo mucho. Y si Dios nos confía alguna misión
pequeña, tenemos que llevarla a cabo con la mayor fidelidad para estar
dispuestos así a que el Señor nos confíe alguna misión más importante.
En la vida espiritual no hay nada pequeño, y
todo lo debemos hacer por amor a Dios y al prójimo; entonces, hasta las
acciones más ordinarias y de todos los días, tendrán un valor celestial y nos
harán ganar méritos para el Cielo que nos espera.
Tomemos el ejemplo de María Santísima que,
aunque se veía tan llena de dones y tan agraciada por Dios, Ella no dejaba de
orar y pedir humildemente ayuda al Señor, considerándose como la más pobre
mujer y la más necesitada de ayuda. Procedamos nosotros igual que Ella y, cuando
el Señor más nos colme de gracias y favores, tanto más humillémonos y hagámonos
dignos de esos dones con una vida agradable a los ojos de Dios. Siempre la
humildad debe ser nuestra guía, pues ya dice Jesús que el que se humilla será
ensalzado, y el que se ensalza será humillado.
¡Ave María purísima!
¡Sin pecado concebida!
¡Sin pecado concebida!
http://www.santisimavirgen.com.ar/
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