Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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martes, 12 de diciembre de 2017

Las palabras textuales de María Santísima de Guadalupe


HERMANOS, OS REGALO UNA JOYINA. Las palabras textuales de María Santísima de Guadalupe dichas a Juan Diego a lo largo de las distintas apariciones en esta memoria suya, previa a la fiesta de Ntra. Sra. de Guadalupe, el día 12 de diembre.

JUAN DIEGO, que significa "EL ÁGUILA QUE HABLA" en idioma nahuatl, fue un azteco sencillo y humilde, nacido en 1474 fue bautizado junto a su esposa en 1529.

Después de la muerte de esta, intensificó su vida de oración viviendo su fe con tal pureza que mereció que la Virgen se apareciera, a este pobre indio en 1531, cerca de la Ciudad de México. Como la Virgen María le había pedido, se construyó un templo en su honor, en Guadalupe en la colina de Tepeyac, donde permaneciendo hasta su muerte en extrema pobreza y profunda humildad, acogía a los peregrinos que, cada día más numerosos, se acercaban a orar en este lugar.

Te animo a hacer hoy tu ORACION DEL CORAZON con las palabras que la Virgen le dijo a San Juan Diego, que son bien bonitas y de una ternura impresionante.

Juan Diego es santo, y por lo tanto en lo que podamos, modelo a imitar, yo me fijo en el amor que tenia a Maria Santísima.
Juan Diego era un hombre muy sencillo y piadoso. Tenia una gran fe, y amor a Maria. Fíjate en cómo le trata Maria a Juan Diego, con que ternura y cariño, y con qué sencillez.

Impresiona que sólo habían pasado 39 años desde Colón descubriera América, y ya la fe se ha introducido en tantas gentes. Guadalupe fue el inicio de la confirmación de esa fe.

OS ENTREGO COMO TESTAMENTO TODAS Y CADA UNA DE LAS PALABRAS DE LA GUADALUPANA Y JUAN DIEGO.

9-XII-1531

(entre cuatro y cinco de la madrugada)

– “Juanito, Juan Dieguito.”

– “Oye, hijo mío, Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?”

– “Sabe y ten por seguro mi hijo mío el más pequeño, que yo soy la siempre Vírgen Santa María, Madre del verdadero Dios, Aquel por Quien Vivímos, de El Creador de personas, de El Dueño de lo que está Cerca y Junto, del Cielo y de la Tierra.”

– “Quiero mucho y deseo vivamente que en este lugar me levanten mi templo. En donde Lo mostraré, Lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto: Lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en la salvación.”

“Porque yo soy vuestra Madre misericordiosa, de ti, y de todos los hombres que viven unidos en esta tierra, y de todas las personas que me amen, los que me hablen, los que me busquen y los que en mí tienen confianza. Allí les escucharé sus lloros, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores.”

“Y para que pueda hacerse lo que pretende mi compasiva mirada misericordio sa, ve a la casa del obispo en México, y le dirás cómo yo te mando como mi mensajero, para que le hagas presente cómo yo deseo mucho que aquí me haga una casa, que levante mi templo en lo plano. Le contarás bien todo lo que has visto y admirado y lo que has oído.”

“Ten por seguro que lo agradeceré mucho y lo pagaré, que por ello te he de hacer dichoso, te glorificaré y mucho merecerás que yo recompense tu fatiga y tu trabajo, con que vas a poner por obra lo que te encomiendo. Ya has oído mi mandato, hijo mío el más pequeño; anda, haz lo que esté de tu parte”.



9-XII-1531

(por la tarde a la puesta del sol)

– “Oye, hijo mío el más pequeño, ten por cierto que son muchos mis servidores y mensajeros, a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad. Pero es muy necesario que tú personalmente vayas y hables de esto, y que precisa mente por tu mano se cumpla mi voluntad.”

“Mucho te ruego, hijo mío el más pequeño y con toda energía te mando que precisamente vayas otra vez mañana a ver al Obispo. Y en mi parte hazle saber, hazle oír bien mi voluntad, para que haga mi casa que le pido. Y otra vez dile que yo en persona, la siempre Vírgen María, la Madre de Dios, te envía.”


10-XII-1531

(por la tarde a la puesta del sol)

– “Bien está, hijito mío, volverás aquí mañana para que lleves al obispo la señal que te ha pedido. Con eso te creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará.”

“Y sábete, hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que por mí has hecho; ahora vete que mañana aquí te espero.”


12-XII-1531

(en la madrugada entre las cinco y las seis)

– “¿Qué pasa, el más pequeño de mis hijos? ¿A dónde vas, a dónde te diriges?”.

– “Oye y pon bien en tu corazón, hijo mío el más pequeño: nada te asuste, nada te aflija, tampoco se altere tu corazón, tu rostro; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad o algo molesto, angustioso o doliente.”

“¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?”

“Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te preocupe con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por seguro que ya sanó.”

“Sube hijo mío el más pequeño, a la cumbre del cerro, a donde me viste y te di ordenes. Allí verás que haya variadas flores: córtalas, reúnelas, pónlas todas júntalas. Luego baja aquí; tráelas aquí, delante de mí.”

– “Hijo mío el menor, estas diferentes flores son la prueba, la señal que llevarás al Obispo; de mi parte le dirás que vea en ellas lo que quiero, y que con esto se realice mi voluntad y mi deseo. Y tú… tú eres mi mensajero, en ti pongo toda mi confianza. Y con toda energía te mando que solamente en presencia del Obispo abras tu ayate y le enseñes lo que llevas. Le contarás bien todo, le dirás que te mandé que subieras a la cumbre del cerrito a cortar flores, y todo lo que viste y admiraste, para que puedas convencer al gobernante sacerdote, para que luego ponga todo lo que está de su parte para que se haga, se levante mi templo que le he pedido”.

Enrique Alvarez Moro

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