Si mi cruz son tus
brazos, ¿por qué seré tan necio cuando procuro salir de ellos? Ahora entiendo
por qué Jesús, en el pesebre, no necesitó otra cosa! María a ti consagro en
estas horas mi inocencia. Entrégasela al Rey de reyes y Señor de los Señores.
Te entrego María el sufrimiento que estoy compartiendo esta mañana con
dolientes de tu Hijo, que están en sus cruces sin poder bajarse. Que sea la
mejor manta y arrope para tu Hijo y el mayor consuelo para ti. Ten misericordia
de mí. Quiero asistir al parto. Y adorarlo contigo. Y cuidarte al maximo. Mi
recompensa es amaros. No quiero nada más. Aunque no hubiera cielo... yo te
amara!
No me mueve, mi
Dios, para quererte
El cielo que me
tienes prometido,
Ni me mueve el
infierno tan temido
Para dejar por eso
de ofenderte.
Tú me mueves, Señor;
muéveme el verte
Clavado en una cruz
y escarnecido;
Muéveme ver tu
cuerpo tan herido;
Muévenme tus
afrentas y tu muerte.
Muéveme, al fin, tu
amor, y en tal manera,
Que aunque no
hubiera cielo, yo te amara.
Y aunque no hubiera
infierno, te temiera.
No me tienes que dar
porque te quiera;
Pues aunque lo que
espero no esperara,
Lo mismo que te
quiero te quisiera.
(Sta. Teresa)
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