Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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martes, 13 de junio de 2017

Separarnos de los malos.





Matar el error, amar al que yerra


Jesús comía y bebía con los pecadores. Pero Él era Él, y nosotros somos débiles, y no podemos hacer lo mismo que hacía el Señor, porque por nuestra debilidad terminaríamos imitando a los pecadores.

Debemos cuidar nuestra fe y tenemos que separarnos de los que cometen el mal, para no contagiarnos.

No se trata de despreciarlos, ya que no hay que despreciar a nadie, pero sí se trata de cuidarnos y separarnos de ellos para no ser contagiados con el mal que sale de ellos.

Solo quien esté bien formado y tenga la misión de convertir almas, puede acercarse a los pecadores con la esperanza de poderlos convertir. Pero nosotros, simples cristianos, simples fieles, no debemos estar en sus reuniones porque terminaremos abandonando la fe y siendo traidores a Cristo y al Evangelio.

Hoy hay una falsa idea, que incluso se predica desde los púlpitos por los sacerdotes, de que tenemos que amar a todos y juntarnos con todos, sean buenos o malos, porque hay que “amarse”.

Sí, está bien que hay que amarse, pero primero debemos amarnos a nosotros mismos, y como dice el dicho: “Alma por alma, salvo la mía”, es decir que primero debemos cuidar nuestra salvación. Y el amor que debemos demostrar a los hermanos debe ser un amor sobrenatural, rezar por ellos, ofrecer sacrificios por ellos, pero no compartir su vida de pecado para no contagiarnos, porque una manzana podrida pudre todo el cajón de manzanas.

No nos creamos fuertes, porque esa es la astucia del demonio, hacernos creer que somos fuertes y que “a nosotros no nos va a pasar nada”, y es entonces ahí cuando caemos miserablemente en el pecado.

Siempre hay que tener prudencia y caridad, y ser vigilantes y orantes, siendo astutos como serpientes y sencillos como palomas.

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