Dios nos da ayudas materiales para que le demos gracias y nos
convirtamos, pues cuando uno recibe un don, casi espontáneamente alaba a Dios.
También Jesús en el Evangelio prodigaba milagros y signos, para que los que eran favorecidos por ellos, y también los que estaban relacionados con el beneficiado, dieran gracias a Dios y tuvieran más energía para empezar a caminar por el buen camino, o retomarlo si lo habían dejado.
Ahora Dios nos da también milagros y signos, nos provee de cosas materiales y permite que obtengamos logros, ya sea en el trabajo, en el estudio, en la familia, en lo económico, en la salud, en el deporte, etc., y todas son muestras del amor que Dios nos tiene.
Ojalá que esos dones que recibimos no sean nunca causa de alejarnos de Dios. Efectivamente a veces estamos tan llenos de salud, que nos olvidamos que es Dios el que nos da esa salud, y no pocas veces derrochamos ese don, o lo que es peor, lo empleamos en el pecado.
Dios convierte el mal en bien. Y nosotros, cristianos, tenemos también que cambiar el mal en bienes. Lamentablemente a veces nos sucede lo contrario, y de los bienes que nos da el Señor, despilfarramos o lo usamos para el mal.
Recordemos que Dios no se olvida de todo lo que nos concede, y llevará cuenta hasta el mínimo detalle de cómo empleamos sus dones. Siendo esto así, entonces seamos agradecidos con lo que Dios nos da; y si hay algo que todavía no nos ha concedido, no nos desanimemos en pedírselo, que si es para bien, nos lo concederá infaliblemente.
Aprovecemos y disfrutemos con paz y alegría de todo lo que Dios nos provee, y demos siempre gracias por ello al Señor, y a su Madre, que es por medio de Ella que nos viene absolutamente todo don.
Dios sabe que no somos sólo alma, sino que tenemos un cuerpo, con sus necesidades; que tenemos una familia, también con sus necesidades; y por eso Él nos regala muchas cosas, tanto materiales como espirituales, para apoyarnos moralmente y así tengamos entusiasmo de seguir por el camino del bien.
Y si tenemos alguna cruz, o muchas cruces, sepamos que las cruces son los regalos más preciosos que hace Dios a sus elegidos. Y si no podemos dar gracias por las cruces, al menos sepamos que es una predilección de Dios el otorgarnos esos sufrimientos que son medio de santificación y salvación, para nosotros y para muchas almas.
Recordemos esta gran verdad: Dios es bueno, infinitamente bueno, y Él no quiere el mal de sus criaturas. Pero sepamos que muchas veces los dones de Dios pueden transformarse en un arma con la que nos hacemos daño, y entonces el Señor nos da sólo lo que sabe que nos ayudará a adelantar en el camino de la virtud.
Aunque también Dios, como dice el Evangelio, hace llover sobre buenos y malos; salir el sol sobre justos e injustos. Así que notaremos que Dios favorece a muchos, y que quizás esos muchos, no saben responder bien. Al menos nosotros tratemos de que los dones que nos da Dios, sean para nuestro bien.
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