Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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domingo, 8 de noviembre de 2015

Merecéis, algo más



Algo más que un silencio por aquellas palabras
que, estando vivos entre nosotros,
fueron consuelo, fuerza y esperanza.
Palabras que, no sabemos cómo ni de qué manera,
llenaron tantos espacios ahora muertos.
Mucho más que una lágrima porque, las vuestras,
fueron llanto y ríos en abundancia
cuando nuestros errores o decepciones
no siempre estuvieron a la altura de lo que valíais.

Merecéis, algo más.
Que caer en el olvido o en el absurdo
cuando, sin quererlo o sin saber por qué,
dejamos vuestros rostros esparcidos en bosques o en playas,
campos o mares, calles o plazas,
cuando, como cristianos sabemos,
que sois semilla destinada a descansar en Camposanto.

Merecéis, algo más.
Que un día con veinticuatro horas de recuerdos
porque, vuestras pisadas en nuestros pasos,
fueron aliento y entrega permanente,
cuando la vida nos castigaba cruelmente en nuestro caminar.

Merecéis, algo más.
Que una lágrima sin futuro o unas flores sin eternidad.
Mucho más que una añoranza sin esperanza,
o un “gracias” sin una apostar por el más allá.
Mucho más que una legítima ausencia,
sin llorar previamente nuestro arrepentimiento.
Arrepentimiento por las veces que, en el aquí
y no en el allá, no os dimos el abrazo que ahora
os daríamos, el beso que tal vez os negamos,
o el oído que, tal vez por falta de tiempo, os retiramos.
Qué fácil es amar cuando alguien se va,
y qué difícil, el Señor nos lo pondrá,
cuando tal vez nos pregunte:
“¿Qué hiciste en vida con tu hermano, tu padre, tu madre,
tu abuelo o tu vecino, tu sacerdote o tu amigo?”
Porque, no lo olvidemos,
ellos son nuestros mientras viven junto a nosotros,
pero son de Dios cuando marchan de este mundo.
¡CUÁNTO OS MERECÉIS! ¡DIOS OS LO DÉ TODO!

P. Javier Leoz

 
 

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