Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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ACI prensa

La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

sábado, 7 de noviembre de 2015

Dos palabras.


Dice María:

Ningún hecho puede acaecer si Dios no lo permite. Por lo cual, ya tengas poder, ya seas súbdito, será porque Dios lo ha permitido. Preocúpate, pues, ¡oh tú que tienes poder!, de no hacer de este poder tuyo tu mal. En cualquier caso sería "tu mal", aunque en principio pareciese que lo fuera de otros. En efecto, Dios permite, pero no sin medida; y, si sobrepasas el punto señalado, asesta el golpe y te hace pedazos. Preocúpate, pues, tú que eres súbdito, de hacer de esta condición tuya una calamita para atraer hacia ti la celeste protección. No maldigas nunca. Deja que Dios se ocupe de ello. A Él, Señor de todos, le corresponde bendecir o maldecir a los seres que ha creado.
Dice Jesús:
Para ser grandes en mi Reino hay que hacerse "pequeños". Quien quiera ser "grande" a los ojos del mundo no es apto para reinar en mi Reino; paja es para el lecho de los demonios. Porque la grandeza del mundo está en antítesis con la Ley de Dios.
El mundo llama "grandes" a quienes — con medios casi siempre ilícitos — saben conseguir los mejores puestos y, para hacerlo, hacen del prójimo escabel, y ponen su pie encima y lo aplastan; llama "grandes" a los que saben matar para reinar — matar moral o materialmente — y arrebatan puestos o se enseñorean de las naciones y se enriquecen desangrando a los demás, arrebatándoles la riqueza individual o colectiva. El mundo llama frecuentemente "grandes" a los delincuentes. No. La "grandeza" no está en la delincuencia, está en la bondad, la honradez, el amor, la justicia. ¡Observad qué venenosos frutos — recogidos en su malvado, demoníaco jardín interior — vuestros "grandes" os ofrecen!
(De "El Evangelio como me ha sido revelado" - María Valtorta)

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