"No hablarás contra tu prójimo falso testimonio". (Ex 20, 16)
El palo y la piedra pueden demoler nuestro cuerpo, pero las palabras negativas pueden destruir el alma. Un tono indebido o una acusación despiadada por parte de alguien podría afirmar un concepto errado que tenemos de nosotros mismos.
El palo y la piedra pueden demoler nuestro cuerpo, pero las palabras negativas pueden destruir el alma. Un tono indebido o una acusación despiadada por parte de alguien podría afirmar un concepto errado que tenemos de nosotros mismos.
Pablo no permitió que las palabras desalentadoras de otros minaran su estabilidad. Él se enfocaba en lo que Dios decía en lugar de prestar atención a las acusaciones de los demás. Pablo prefirió hacer una confesión audaz, pero verdadera, dijo:
"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Col 4, 13).
La fuente de su fortaleza era Cristo, y esta confesión no es de alguien arrogante, sino de uno que sabía cuál era su lugar en el reino de Dios y el poder de Aquel a quien servía.
La palabra hablada es un instrumento muy poderoso, por eso debemos procurar utilizarla de la misma manera que Dios utiliza su Palabra en nosotros: para seguir el proceso de hacernos conformes a su imagen.
Si las palabras que salen de nuestra boca están en armonía con las Escrituras, empezaremos a ver los beneficios saludables de lo que hemos dicho. En lugar de un concepto pobre de nosotros, nos veremos tal como Dios nos ve: sus hijos amados a quienes quiere bendecir por su misericordia, bondad y gracia. (Flp 4, 10-13)
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