La llave para toda felicidad verdadera y perdurable, es amar a Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu mente y al prójimo como a ti mismo.
Cuando esto llega a ser lo primero y principal, la vida se vuelve rica y maravillosa. Realmente puedes decir que tal vida es digna de ser vivida.
Ve lo bueno en todas las cosas y toda la gente, aun cuando sea la más pequeña chispa. Esta se puede avivar hasta que se vuelva una poderosa llama y todo lo que es discordante y desarmonioso desaparezca en esa llama y se consuma hasta que sólo quede el oro más puro.
Cada alma busca la felicidad, pero frecuentemente por el camino erróneo y en los lugares equivocados y se pregunta por qué no la encuentra...
Busca y encuentra a Dios primero; ésa es la simple respuesta.
Pon primero lo que es primero, no importa cuál sea el costo o el sacrificio.
Ningún sacrificio es demasiado grande para alcanzar esa meta.
Ponte la armadura completa de amor. Permanece firme e inmutable en el amor de Dios. No permitas que nada te perturbe o aflija. La vida es lo que haces de ella.
El amor de Dios es ilimitado y nada lo detiene, excepto nosotros mismos que tenemos la libertad de elegir si lo aceptamos o no.
El alma es como un estanque tranquilo y claro y lo que se refleja dentro de ese estanque es perfecto.
Cuando tu vida está en desorden y el espejo de tu alma está áspero, fracasas en ver lo que se refleja con pureza en tu interior. Cuando te serenes, mira dentro de ti, y allí encontrarás a Dios, así de simple.
Encuéntralo y conócelo.
Dios está contigo, entonces, ¿quién puede estar en contra de ti?
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