Virgen y Madre Inmaculada, mira con
ojos misericordiosos al hijo que viene a Ti, lleno de confianza y amor, a
implorar tu maternal protección, y a darte gracias por el gran don celestial de
tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre
mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que
no me veré desatendido. Amén.
De las manos de María Milagrosa, como de una fuente
luminosa, brotaban en cascada los rayos de luz. Y la Virgen explicó: "Es
el símbolo de las gracias que Yo derramo sobre cuantas personas me las
piden", haciéndome comprender -añade Santa Catalina- lo mucho que le
agradan las súplicas que se le hacen, y la liberalidad con que las atiende.
La Virgen Milagrosa es la Madre de la divina gracia que
quiere confirmar y afianzar nuestra fe en su omnipotente y universal mediación.
¿Por qué, pues, no acudir a Ella en todas nuestras necesidades?
ORACIONES FINALES
Después de unos momentos de pausa
para meditar el punto leído y pedir la gracia o gracias que se deseen alcanzar
en esta Novena, se terminará rezando:
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen
María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra
protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta
confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el
peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no
desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
Rezar tres avemarías con la
jaculatoria:
OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS.
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