Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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viernes, 9 de octubre de 2015

Hoy no es un día especial





Hoy no es un día especial, pero créeme que es un verdadero milagro abrir los ojos, y ver que a través de ellos entra la luz, y puedo apreciar un maravilloso día de sol. Tampoco es ningún acontecimiento fuera de serie el hecho de que, cuando desperté, pude ponerme en pie, firmemente, para acudir a la cita obligada en el baño.  No fue nada excepcional, pero ¡qué extraordinaria coordinación de movimientos fue lavar mis dientes, limpiar mi cuerpo, secarlo y todo eso mientras al mismo tiempo yo pensaba en la cantidad enorme de cosas que tendría que hacer en el día de hoy.

Aún más, luego de cubrir mi cuerpo con la ropa que pude elegir en mi placard, me dirigí a la cocina, pues también tuve que decidir con que me iba a desayunar este día. Tomé una taza de leche, que probablemente tuvo que viajar grandes distancias para llegar hasta mi casa; café que seguro es el fruto del trabajo de muchos hombres que probablemente no recibieron el justo pago por sus esfuerzos; una feta de jamón, que costó quién sabe cuánto tiempo diseñar y fabricar; una feta de queso fresco, ¡ah! y hasta me di el lujo de rechazar una taza de avena, porque no quiero engordar.

A esas horas, cuando me divertía quitándole el borde al pan integral que habría de comer, mucha gente no ha tenido la oportunidad de probar bocado; miles de niños no han saboreado nunca un vaso de leche; numerosas madres sufren por no poder alimentar a sus hijos; millones de personas yacen tiradas en hospitales, en casuchas, en contendores y parques, sufriendo pobreza espiritual y material, llevados de la mano de la falta de educación e ilusiones.

A esas horas, mi querido amigo, tú ni siquiera habías pensado en esa posibilidad. Claro, cuando uno no sufre de algo es muy difícil reparar en estos "pequeños" detalles. ¡Cuánto nos quejamos de nuestras vidas!

Como verás, despertarme no ha sido nada extraordinario, pero ¡cuán maravilloso es recibir la oportunidad de un nuevo día! Una oportunidad única, irrepetible, llena de pequeños e inestimables milagros por los cuales hoy, aunque todavía no he salido de la casa, debo darle las gracias a Dios...


 
 


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