Al celebrar, Virgen María, ésta tu fiesta del Carmelo,
como el navegante, en el horizonte del mar,
queremos ver un puerto seguro como la brújula,
quisiéramos saber e indicar la verdadera ruta,
como el sol quisiéramos alumbrar todos
los rincones del mundo.
Mas, Tú bien sabes, Virgen del Carmen,
que el futuro, cada día que discurre, es más incierto,
que el hombre camina sin saber muy bien hacia dónde,
y que las sombras, se imponen con frecuencia sobre la luz.
Por ello, como hijos de la fe e Hijos de Dios,
venimos a tu presencia, mendigando lo que el mundo
no nos da, y aquello que, los avatares de la historia,
nos arrebata: la felicidad.
¡Tenemos tanto; que no tenemos nada!
¡Poseemos tanto; que no poseemos nada!
¿Por qué será que, teniéndolo todo, nos sentimos tan pobres?
Tú, Virgen del Carmen, surcas los mares rompiendo los vientos.
Tú, Virgen del Carmen, cruzas los océanos,
abriéndote paso entre las olas.
Tú, Virgen del Carmen, te deslizas sobre las aguas,
haciendo frente y emergiendo a las dificultades.
¡Míranos con amor! ¡No nos abandones!
Hoy, más que nunca, sentimos que el mar de una turbulenta
vida se agrieta incomprensiblemente debajo de nuestros pies,
que las olas de la incredulidad y del laicismo, se agigantan
de forma inesperada, que la barca de la Iglesia es zarandeada,
sin contemplación, por manos oscuras y peligrosas.
¡Sal en nuestra ayuda, Virgen del Carmen!
Somos marineros, que con los remos de la fe
y de la esperanza, caminamos hacia el ancladero del cielo.
Infunde, en nuestras manos, la fuerza necesaria,
para hacernos paso en medio del vendaval
Da claridad a nuestros ojos, para que no confundamos
la tierra firme con una arrecife lleno de tesoros caducos.
Despliega, junto a nuestro esfuerzo, las velas de la justicia
y de la caridad, para que forjemos nuestro entorno
en un lugar más habitable y hermanado.
Tutela el timón de nuestra existencia, para que Dios,
sea siempre la mano segura que nos conduzca victoriosos
en aquello que sea bueno para nuestro vivir.
Y, cuando aparentemente todo parezca un naufragio,
haz que nos aferremos al mástil de la fe; al ancla
de la esperanza; al timón del amor de Dios que,
nunca deja solos a los que en Él confían.
Amén.
P. Javier Leoz
celebrandolavida.org
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