Vamos a meditar las palabras del Ave María, para
que al repetirlas disfrutemos mas el Rosario
Dios te salve
Te saludo
con todo mi amor
y con toda la alegría de mi
corazón.´
Dios te salve, Bendita.
Y bendícenos a nosotros,
los hijos de la
Bendita entre todas las mujeres.
Todos tus hijos del mundo,
en
las ciudades populosas, en los valles y montañas de los
cinco continentes
te saludan a diario cuando rezan el avemaría.
Yo
me uno a ese coro de hijos amantes y felices,
Oh
Madre bendita.
Sí, bendita mil veces, bendita para siempre.
Dios te salve…
María
Me
encanta pronunciar tu nombre porque es el tuyo: María, Virgen
María, Santa María de Guadalupe.
Tu nombre ha poblado de bellas
iglesias
las ciudades y las montañas.
Lo pronuncian con grandísimo amor y
ternura
los jóvenes, los adultos y los niños,
Tu nombre lo
llevan con orgullo santo
millones de mujeres del mundo cristiano.
Porque te
aman y porque quieren parecerse a Ti.
Necesitamos de verdad en
nuestro mundo
muchas Marías que tengan un corazón
parecido al
tuyo.
María bendita, míranos con tus ojos de cristal,
con tus
ojos purísimos de paloma,
y llénanos de tu perfumada presencia,
de tu
ternura inmensa, de tu fe y de tu amor.
Dios te
salve, María…
Llena eres de gracia
Cántaro que rebosa de la gracia,
de la vida de Dios,
de su amor inefable, de su
santidad.
Más santa y pura que todos los santos,
más que los
querubines y serafines.
Por eso la belleza de tu alma
y de tu rostro
son el encanto de tu Dios.
Y el
encanto de nosotros también.
Nos colma de tanta alegría
saber que nuestra
madre es tan santa,
tan bella, tan pura y tan
sencilla.
Así te saludó el ángel: Llena de gracia,
impresionado de tu
alma.
Dios te salve, María, llena eres de gracia…
El Señor es
contigo
Esta frase de la Biblia
siempre va después del “No tengas
miedo”.
Desde que naciste Dios ha estado contigo,
porque te cuidó como
a su perla preciosa,
a su rosa exquisita.
Él te preparó desde
muy niña con sus manos santas
para que fueras después su
Madre santa.
Todo el amor infinito de Dios
cuidando una flor llamada
María.
Estuvo contigo en tus años de infancia
cuidando a la niña
más bella,
más santa, más querida.
Te cuidó en la adolescencia
preparando tu alma
y tu cuerpo bendito y santísimo para la
maternidad.
El Señor está contigo: Te lo dijo un arcángel
y él
sabía lo que decía.
Contigo estuvo en los años de tu
embarazo,
dentro de tu seno, haciéndose un niño
por amor a
nosotros.
Toda tu vida terrena estuvo contigo.
Y Tú estuviste con Él.
Fuiste
madre, nueva Eva, corredentora.
Estuvo contigo en la cruz, muriendo junto
a Ti.
También estuviste Tú con Él,
hasta que murió en
el patíbulo
y pasó de los brazos muertos de la cruz
a
los brazos vivos y amorosos de su madre.
Estuvo contigo en
los años de tu soledad,
santificando a su madre amadísima,
para que llegara al cielo resplandeciente como el sol y
blanca como la luna.
Contigo está y estará por toda la
eternidad en el cielo.
Dios te salve, María, llena eres de
gracia,
El Señor es contigo….
Bendita Tú eres entre todas las mujeres
¿Qué
es Eva comparada contigo?
¿Qué son las mujeres de la tierra
junto a Ti?
Tú eres la imagen perfecta, única
de la mujer
que quiso crear.
Por eso, las mujeres, si no se llaman
Marías,
al menos deben serlo, parecerse a Ti
que eres el
modelo preciosísimo
de la mujer cristiana.
Querer llamarse como Tú es una
buena elección.
Pero parecerse a Ti debe ser su ideal.
Modelo de
niña y mujer,
adorable modelo de madre y esposa.
Porque Tú pasaste
por todas las etapas
del crecimiento de la mujer,
enseñando cómo
se puede ser una gran mujer,
una mujer santa, un apóstol
de Jesús,
y, además, una mujer feliz...
Con muy poco presupuesto, en
una casita humilde,
pero donde estaba Dios,
y donde Dios está nada
hace falta.
La pobre casita de María rebosaba de amor,
de santidad
y de felicidad.
Dios te salve, María, llena eres de gracia,
El
Señor es contigo.
Bendita Tú eres entre todas las mujeres…
Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús
Bendita la
flor, bendito también el fruto.
Jesús, el amado del Padre
ha nacido
de Ti como la rosa del rosal.
La rosa pertenece al
rosal.
Jesús te pertenece, es tuyo, hijo tuyo,
fruto de tus purísimas
entrañas.
Y Tú eres de Jesús, toda de Jesús,
pues Él, además
de ser hijo tuyo,
es tu Dios omnipotente,
del que te consideras
su esclava.
Jesús y Tú sois, además, de nosotros.
Jesús, porque Tú
nos lo diste,
en un gesto de amor único y lleno
de misericordia…
Y Tú nos perteneces porque Él te convirtió en
Madre,
en Madre nuestra.
Entre las palabras que siempre meditas
en tu
corazón, están éstas:
“Ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a
tu madre”.
Para nosotros esta sola frase constituye
todo un evangelio,
una buena nueva.
Si Jesús es nuestro, si María es nuestra,
¿qué
dificultad nos podrá derrotar?
¡Qué poco felices nos atrevemos a ser
cuando
nos han dado la llave de la felicidad,
de la felicidad
completa y eterna!
Dios te salve, María, llena eres de
gracia,
El Señor es contigo,
Bendita Tú eres entre todas las
mujeres
Y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Santa María
Si
María es tu nombre,
santa, santísima es tu sobrenombre,
La cualidad que
siempre va con tu nombre.
Por eso tu nombre
nos produce inmensa alegría
y al mismo tiempo gran respeto.
Santa María,
dulce María, eres bellísimo jardín
donde crecen las flores más
bellas.
Espiga dorada pletórica de fruto,
mística rosa, perfumada y más pura
que todas las rosas del mundo.
Santa María, dulce Madre, Virgen
pura,
Reina bellísima y sencilla campesina
de la entrañable campiña de Nazaret.
Madre
de Dios
Te amamos como Madre nuestra
y te veneramos como
madre de Dios,
grandeza incomparable que te ennoblece
y nos llena
de orgullo santo,
porque nuestra madre es también madre de Dios.
Para
tan alto privilegio se requería
una Madre virgen
una virgen santa
una mártir
del alma
una criatura llena de gracia
y una humildísima esclava del
Señor,
que supiera decir: Hágase en Mí según tu palabra.
¿Cómo
pudiste poseer al mismo tiempo
la máxima grandeza
y la más
fina y profunda humildad?
Dios te consideró digna madre suya.
Aceptó
ser Hijo de tus entrañas.
Te hizo grande el que
todo lo puede
y tú te hiciste pequeña como una
esclava
al completo servicio de tu Señor.
Madre y esclava del Señor.
Como
Madre de Dios
me infundes un respeto inmenso.
Como esclava del
Señor una ternura infinita.
Ruega por nosotros, pecadores
Somos tus hijos pecadores
Somos
hijos pródigos que hemos recorrido
los senderos del pecado y
del hastío.
Fuimos hijos de una madre pecadora,
antes de ser aceptados
por una Madre Inmaculada.
Ruega a tu Hijo omnipotente,
Tú que eres
la omnipotencia suplicante.
Ruega siempre para que no nos engañe más
el
padre de la mentira.
Dile a Jesús que no tenemos vino,
que
se nos ha terminado la alegría y el amor.
Pide para
nosotros el milagro de la resurrección
cuando caemos muertos de cansancio
y de dolor.
El que dijo ser la resurrección y la
vida es hijo tuyo.
El que dijo ser la Verdad y
la Vida, te llama Madre.
Entonces, suplícale que nos otorgue
la resurrección
y la vida.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores…
Ahora…
El
día de hoy,
El día de las oportunidades de santificarnos
o
de pecar.
Hoy, el día al que le basta su afán.
El
único día que tenemos en las manos.
Que lo llenemos de
amor y de bondad.
Ahora líbranos de caer en la tentación.
Hoy
que sepamos amar a nuestros prójimos,
Hoy que no endurezcamos el
corazón,
Hoy que oigamos la voz del Espíritu Santo.
Ahora, en este
presente que se transforma
constantemente en futuro.
Hoy, que el
día de hoy amemos, nos santifiquemos,
Seamos instrumentos de la paz
de Jesús.
Hoy, en esta pequeña vida que es el día
presente.
Y en la hora de nuestra muerte. Amén.
En ese momento
en el que se juega
nuestra salvación eterna.
Ese último día que
sepamos decir
un último “Te amo en este mundo”
para repetirlo en
la otra vida por siempre.
Ruega por los que en ese
momento
no están preparados,
para que si no vivieron en gracia,
mueran en gracia de Dios
y no vayan al eterno dolor.
Ruega
por los niños cuyo primer día de vida
coincide con el
de su terrible muerte.
Así como lograste que el buen ladrón
se
arrepintiera el día de su muerte,
consigue esa misma gracia a
los pecadores
más rudos, a los que no aceptan a tu
Hijo.
Une a la misericordia de Dios, tu bondad maternal
para salvarles
de las garras de Satanás,
de la eterna condenación.
Ruega por nosotros
pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
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