A la hora del desprecio de la Cruz, la Virgen está allá,
cerca de su Hijo, decidida a correr su misma suerte. –Perdamos el miedo a
conducirnos como cristianos responsables, cuando no resulta cómodo en
el ambiente donde nos desenvolvemos: Ella nos ayudará. (Surco, 977)
¡Cómo contrasta la esperanza de Nuestra Señora con nuestra
impaciencia! Con frecuencia reclamamos a Dios que nos pague enseguida el
poco bien que hemos efectuado. Apenas aflora la primera dificultad, nos
quejamos. Somos, muchas veces, incapaces de sostener el esfuerzo, de
mantener la esperanza. Porque nos falta fe: ¡bienaventurada tú, que has creído! Porque se cumplirán las cosas que se te han declarado de parte del Señor.
Maestra de caridad. Recordad aquella escena de la presentación de Jesús en el templo. El anciano Simeón aseguró
a María, su Madre: mira, este niño está destinado para ruina y para
resurrección de muchos en Israel y para ser el blanco de la
contradicción; lo que será para ti misma una espada que traspasará tu
alma, a fin de que sean descubiertos los pensamientos ocultos en los
corazones de muchos. La inmensa caridad de María por la humanidad hace que se cumpla, también en Ella, la afirmación de Cristo: nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. (Amigos de Dios, 286)
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