Obediente para que, en nuestra rebeldía,
regresemos al camino de la fe y del amor.
Con los ojos en el cielo pero, con sus pies en la tierra,
para enseñarnos el sendero de la vida y del perdón.
De nuevo lo mandas, Señor.
Como lo presentaste en Belén,
humilde y desnudo, incomprendido y silencioso,
unido en todo y para todo a Ti.
De nuevo lo mandas, Señor.
A tu Hijo, Jesucristo, que es salvación,
para darnos un poco de luz en la oscuridad.
En la noche en la que confundimos todo,
en las horas que se presentan amargas,
en las pruebas que se nos hacen insoportables.
De nuevo lo mandas, Señor.
Para que, la humanidad, encuentre la Verdad
y, en esa Verdad, seamos libres y no esclavos,
hermanos y nunca más adversarios.
Para que, la humanidad, rota por tantos pecados,
bebamos en la pasión y muerte de tu Hijo,
el gusto redentor del amor bajado de los cielos.
De nuevo lo mandas, Señor, a Tu Hijo.
Para buscarnos, porque andamos perdidos.
Para amarnos, porque vagamos sedientos de amor.
Para protegernos, estamos desnudos de lo eterno.
Para fortalecernos, nos sentimos débiles y huérfanos.
De nuevo lo mandas, Señor.
Lo hiciste en una noche santa y misteriosa de Navidad
y, ahora, lo haces en días santos de pasión y de muerte,
en momentos de silencio y de soledad,
en instantes de amargura, obediencia y entrega,
soportando calzadas sembradas de indiferencia y cerrazón.
De nuevo lo mandas, Señor.
A tu Hijo, a Jesucristo Salvador,
para elevarnos hasta Ti,
para atraernos y llevarnos hasta Ti,
para que no olvidemos que, siendo hombres,
somos tuyos, hacia Ti vamos y en Ti descansaremos.
Amén.
P. Javier Leoz
Fuente:celebrandolavida.org
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