Quisiera tener una voz bastante fuerte para invitar a los pecadores del mundo entero a amar a la Virgen María. Pero como no está en mi poder, pedí a mi pequeño ángel cumplir por mí este oficio. Pobre pequeña Mamá, ¡cómo me ama! (…)
Pensando a las innumerables bondades que me ha hecho esta pequeña Madre, me avergüenzo de mí mismo. Nunca miré con suficiente amor su corazón y su mano, que me ofrecía con total bondad. Lo que me aflige más, es haber respondido con continuos disgustos, frente a los cuidados afectuosos de nuestra Madre.
¡Cuántas veces no confié a esta Madre las penosas angustias de mi corazón agitado! ¡Cuántas veces ella me ha consolado! ¿Pero cuál fue mi reconocimiento?... En medio de las más grandes aflicciones, tengo la impresión de no tener más una madre sobre la tierra, sino de tener una Madre compasiva en el cielo. Pero cuántas veces, con el corazón calmado, he olvidado casi todo. He olvidado mismo mis deberes de gratitud hacia esta bendita pequeña Madre celeste... (…)
Cómo numerosas almas elegidas, esforcémonos en tenernos siempre detrás de esta Madre bendita y caminar siempre junto a ella. No hay otra ruta que conduzca a la vida que la que muestra nuestra Madre. Vayamos por esta ruta para llegar al término.
San [Padre] Pío de Pietrelcina (1887-1968)
capuchino
Palabras de Padre Pío, VIII (Paroles de Padre Pio, Salvator, 2019), trad. sc©evangelizo.org
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Palabras de Padre Pío, VIII (Paroles de Padre Pio, Salvator, 2019), trad. sc©evangelizo.org
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