Madre mía protege a mis hijos; que estas palabras sean la súplica de mi corazón, desde el amanecer.
Oh María, que tu protección los acompañe, los guarde, los defienda, los anime y los sostenga en todas partes y durante toda su vida.
Cuando postrados ante la presencia del Señor, le ofrezcan sus tributos de alabanza y oración, cuando le presenten sus necesidades o imploren su divina misericordia:
Madre mía escucha e intercede por las peticiones de mis hijos.
Cuando se dirijan al trabajo o al estudio o a donde el deber los llame, cuando pasen de una ocupación a otra, a cada paso que den y a cada acción: Madre mía anima y acompaña a mis hijos.
Cuando la prueba del dolor y la pena se presenten en su vida, cuando tú divino hijo disponga instruirlos y purificarlos, ¡Madre mía conforta y fortalece a mis hijos!
Cuando el demonio desencadenado contra ellos, los seduzca con los atractivos del placer, con violencia, los malos ejemplos, y estén en peligro de caer en las tentaciones, ¡Madre mía defiende del pecado y libra de todo mal a mis hijos!
Cuando se acerquen a los sacramentos de la confesión y la Sagrada comunión para alimentar su alma con el Cuerpo y Sangre de Jesús, ¡Madre mía, refuérzalos en su fe, cuida y santifica a mis hijos!
Cuando en la noche se dispongan al descanso, a fin de continuar con nueva energía para el día siguiente,
Madre mía bendice y protege a mis hijos.
Que tu bendición descienda sobre ellos en todo momento, María mi buena madre, preserva a mis hijos de todo peligro y pecado mortal.
Por tu Inmaculada Concepción, ¡Oh María Santifica sus almas, purifica y sana su cuerpo y su emoción.
Todo esto te lo pido a ti que estás glorificada con tu Hijo Jesús, para que con el Espíritu Santo le pidan a Dios Padre.
Amén
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