Cuando se nos acaba el vino, cuando el olivo olvida su aceituna, y nos toca atravesar áridos valles de escasez, invocamos a la Auxiliadora. Ella, tesorera de las riquezas del Señor, atrae sobre nosotros el socorro divino, y adelanta la hora de la misericordia, como si una lluvia temprana nos cubriera de bendiciones.
María Auxiliadora, ven, camina con nosotros, defiendenos, que la Palabra de Cristo abunde en nuestros corazones y la tengamos siempre en la mente, y en los labios, como una espada.
María Auxiliadora, ven, camina con nosotros, haz que el fuego de la caridad esté siempre encendido, para que hagamos lo que Él nos manda y vivamos el Mandamiento Nuevo del Amor fraterno: que nos amemos los unos a los otros como Él mismo nos amó.
María Auxiliadora, ven, camina con nosotros, enseñanos a ser verdaderos discípulos de Jesús, el Maestro, y que nosotros mismos seamos el auxilio de nuestros hermanos y hermanas.
Sí, María, Madre nuestra, prolonga en nosotros tu misión de auxiliadora.
Amén.
María Auxiliadora, ven, camina con nosotros, defiendenos, que la Palabra de Cristo abunde en nuestros corazones y la tengamos siempre en la mente, y en los labios, como una espada.
María Auxiliadora, ven, camina con nosotros, haz que el fuego de la caridad esté siempre encendido, para que hagamos lo que Él nos manda y vivamos el Mandamiento Nuevo del Amor fraterno: que nos amemos los unos a los otros como Él mismo nos amó.
María Auxiliadora, ven, camina con nosotros, enseñanos a ser verdaderos discípulos de Jesús, el Maestro, y que nosotros mismos seamos el auxilio de nuestros hermanos y hermanas.
Sí, María, Madre nuestra, prolonga en nosotros tu misión de auxiliadora.
Amén.
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