Lo que mata al hombre es el pecado.
Lo que salva al hombre es la gracia.
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San Ignacio decía que las despedidas tenían que ser alegres y sencillas, sin grandes dramas ni muchos regodeos. Porque estamos llamados a vivir en la incertidumbre, sostenidos por Jesús, que nos conduce hacia un mañana que es bueno, porque viene de Dios.
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Señor, en tu misericordia, fortalécenos; por tu gracia, protégenos del mal. Guárdanos del pecado y ayúdanos a habitar en santidad en tu presencia.
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