Me pongo bajo tu protección celestial y tu defensa personal, confiando en tu misericordia materna.
Te encomiendo mi cuerpo y mi alma, hoy, todos los días de mi vida y en la hora de mi muerte.
Te encomiendo mi futuro eterno, todas mis alegrías, angustias y miserias aquí abajo, mi vida y el fin de mi vida.
Que por tu santísima intercesión y por tus méritos, todas las intenciones y mis acciones sean conformes a tu voluntad y a la de tu Hijo.
Amén.
San Luis Gonzaga
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