El temor de amor, fundado en la perfección de la caridad, se eleva a un grado más excelente y sublime todavía. No nace del miedo del castigo ni del deseo de la recompensa, sino de la grandeza del amor. Es la mezcla de respeto y afecto atento que un hijo tiene por un padre lleno de indulgencia, el hermano por su hermano, el amigo por su amigo, la esposa por su esposo. No aprehende ni golpes ni reproches y lo que teme es herir al amor mismo de la más ligera herida. (…)
Así, es considerable la distancia entre el temor sin carencias, tesoro de la sabiduría y de la ciencia, y el temor imperfecto. Este es sólo “el comienzo de la sabiduría” (Sal 110,10) e implicando un castigo, se ve alejado del corazón de perfectos cuando llega la plenitud de la caridad. “En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor” (1 Jn 4,18). De hecho, si el comienzo de la sabiduría es el temor, su perfección es la caridad de Cristo. Ella comprende el temor de la dilección perfecta y eso implica el mérito de ser llamada no simplemente el comienzo, sino el tesoro de la sabiduría y la ciencia. (…)
Este es el temor de los perfectos, del que era pleno el Hombre-Dios. No vino únicamente para salvarnos, sino también para darnos en su persona el tipo de la perfección y el ejemplo de las virtudes.
San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella
Las Conferencias, X, De la perfección (SC 54. Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958), trad. sc©evangelizo.org
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