Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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lunes, 20 de mayo de 2024

Madre, aquí tienes a tu hijo

Los pobres pecadores escuchan la doctrina
de quien quisiera a todos en el cielo admitir;
tú te encuentras con ellos, María, en la colina;
alguien dice a tu Hijo que lo buscas allí;
entonces tu divino Jesús ante las turbas
nos demuestra su amor a nosotros sin fin:
dice:"¿Quién es mi hermano, mi hermana, mi Madre
sino aquel que practica mi voluntad por Mí?» (Mt 12,24-50)

Virgen Inmaculada y Madre la más tierna,
oyendo eso a Jesús, comprendes su ideal;
No te apena, te alegra que nos haga entender
que nuestra alma se torna su familia aquí ya;
Sí, ¡te causa alegría que Él su vida nos done
y el tesoro infinito de su divinidad!...
¿Cómo no te he de amar, oh, mi Madre querida,
viendo en ti tanto amor y tan honda humildad?
Tú nos amas María, como Jesús nos ama,
por nosotros aceptas verte alejada de Él.
 
Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo
tú quisiste probarlo, siendo nuestro sostén.
Sabía el Salvador de tu inmensa ternura,
tu corazón de Madre conocía muy bien;
del pecador refugio, te nos dejó a nosotros
junto a la Cruz y al cielo a esperarnos se fue. (...)
 
La casa de San Juan se hace tu único asilo,
de Zebedeo el hijo a Jesús reemplaza...
Es el postrer detalle que nos da el Evangelio;
de la Reina del cielo ya nunca más se habla.
Mas este hondo silencio, ¡oh, mi Madre querida!,
¿no revela, quizás, que quiere el Verbo eterno
por sí mismo cantar de tu vida el misterio,
asombrando a tus hijos, los electos del cielo?
 
Yo escucharé muy pronto esa dulce armonía,
iré muy pronto a verte en el hermoso cielo.
Pues viniste a sonreírme de mi vida en la aurora,
¡sonríeme... Madre... en la tarde... que ya va oscureciendo!...
No temo el resplandor de tu gloria suprema,
He sufrido contigo y ahora yo deseo
cantar en tus rodillas, María, por qué te amo,
¡y repetir por siempre que soy tu hija, quiero!...

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897)
carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Poesía 54 «Porque te amo, Oh María», §20-25, mayo 1897.evangelizo.org
 

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