La
Bienaventurada Virgen María, Reina de los Apóstoles, es ejemplo
perfecto de vida espiritual et apostólica. Mientras llevaba en la tierra
una vida parecida a la de todo el mundo, ocupada en las labores de su
familia, permaneció íntimamente unida a su Hijo y cooperaba en la obra
del Salvador a título excepcional. Hoy donde esté en el cielo "su amor
maternal la guarda atenta a los hermanos de su Hijo cuya peregrinación
no ha terminado, quienes se encuentran sumidos a penas y pruebas hasta
que vuelvan a la patria venturosa". Todos le debemos una verdadera
devoción y nuestra vida y apostolado debemos ponerlos bajo a su maternal
solicitud.
Decreto Apostolicam Actuositatem
Concilio Vaticano II n°4
Un minuto con María
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