Oh Virgen Poderosa y Madre de Misericordia; Reina del Cielo y Refugio de los pecadores: nos consagramos a tu Inmaculado Corazón, te consagramos nuestro ser y nuestra vida. Todo lo que tenemos, todo lo que amamos, todo lo que somos; tuyos son nuestros cuerpos, nuestros corazones, nuestras almas, nuestros hogares, nuestras familias, nuestra patria.
Queremos que todo lo que hay en nosotros y en derredor nuestro te pertenezca y participe de tus maternales bendiciones. Y para que esta consagración sea verdaderamente eficaz y duradera, renovamos hoy a tus pies, oh María, las Promesas del Bautismo y de la Primera Comunión.
Nos obligamos a profesar siempre y con valor, las verdades de nuestra fe; a observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia. Te prometemos, finalmente, consagrar todo nuestro corazón al servicio de tu culto bendito para pedir y asegurar, mediante el reinado de tu Inmaculado Corazón, el Reinado del Corazón adorable de tu Hijo en nuestras almas y en las de todos los hombres .
Amén.
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