De nuevo han comenzado los cotidianos días grises. Pasaron los instantes solemnes de mis votos perpetuos, pero esta gracia de Dios tan grande permanece en mi alma. Siento que soy toda de Dios, sé que soy su hija, siento que soy toda entera propiedad de Dios. Experimento eso incluso de manera física y sensible. En todo estoy completamente tranquila porque sé que pensar en mí es asunto del Esposo. Me olvido completamente de mí misma.
Mi confianza en su misericordiosísimo Corazón no tiene limites. Estoy continuamente unida a él. Me doy cuenta que es como si Jesús no pudiera ser feliz sin mí, ni yo sin él. Sin embargo comprendo muy bien que siendo él Dios es feliz en sí mismo, y que para su felicidad no tiene absolutamente ninguna necesidad de ninguna criatura, pero es su bondad que le fuerza a darse a su criatura, y esto con una inconcebible generosidad.
Santa Faustina Kowalska (1905-1938)
religiosa
Pequeño diario § 244 evangelizo.org
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