Junto a cada uno de esos corazones y almas, haciendo vela en esos pechos en los que se fragua la lucha entre el bien y el mal, hay un ángel que se desvela para que alcancemos la Felicidad.
Y cada uno de esos espíritus, que Dios puso a nuestro alcance, rinde su mirada a Dios y a su Madre.
Bien tranquilos podemos sentirnos sabiendo que nuestra vida está bajo la custodia de tan queridos ángeles y de tan querida Madre.
Si Dios les confió nuestras vidas, coronó este milagro poniendo como Reina de ellos a María.
Así, Madre, Reina de los ángeles, son ellos los portavoces de tus cálidos labios que hablan de Amor.
Y es tu inmaculada luz la que los rodea y nos protege del pecado.
Y es tu corazón el que hace que ellos nos auxilien en nuestras carencias y necesidades.
Sé, Madre, que cada vez que mi ángel me ayuda, cada vez que lo siento haciendo vela en las puertas de mi corazón y alma, detrás de él estás tú.
Sí, María, Reina de los ángeles, cuando a ellos me encomiendo, te rinden su mirada, reclaman tu auxilio y apelan a tu corazón y alma para hallar consejo.
María, Reina de los ángeles, a ellos y a ti me encomiendo.
Abel De Miguel Sáenz
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