¡Cómo sería la mirada alegre de Jesús!: la misma que brillaría en
los ojos de su Madre, que no puede contener su alegría –«Magnificat anima mea
Dominum!» –y su alma glorifica al Señor, desde que lo lleva dentro de sí y a su
lado. ¡Oh, Madre!: que sea la nuestra, como la tuya, la alegría de estar con El
y de tenerlo. (Surco, 95)
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