Con tu Espíritu para que ofrezca y cante tu plan de salvación, tu locura
por la humanidad.
Con tu presencia para que lejos de sentirme sólo, en la tribulación seas
mi consuelo, en las dificultades un cayado donde apoyarme, en los fracasos un
aliento para seguir adelante.
Ilumíname, Señor, con tu palabra.
Para que, las mías, nunca sean las más importantes, ni mis gestos sean el
centro de muchas miradas, ni mi persona sea un muro entre el hombre y el
Misterio ni mis ideas eclipsen la grandeza del Evangelio.
Ilumíname, señor, con tu mirada.
Para que mire al mundo con amor y no con pena.
Para que observe los acontecimientos con esperanza.
Para que cerrando mis ojos, sienta que, los tuyos, miran por donde yo
avanzo.
Para que, sin juzgar y trabajando, sepa que no soy yo el que siembro, sino tu mano poderosa quien sostiene la mía.
Ilumíname, señor, con tus brazos.
Para que, con ellos, mantenga alzada la luz de la fe, ayude a quien
necesite una palabra o un amigo, levante al que, la vida, lo ha dejado
arrastrado, ame a los que, incluso, rechazan mi misión.
En Ti confío, Señor, no quede defraudado, envíame y, que seas Tú
Señor, el centro de lo que digo, siento,
predico y hago.
Amén.
P. Javier Leoz
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